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The Gibbon Experience

The Gibbon experience es una de esas actividades únicas en el mundo. Y no íbamos a desperdiciar la ocasión de hacerla encontrándonos cerca del Parque Nacional Nam Kan.

 

Escogimos la variedad express la cual incluye 2 días y 1 noche donde mayormente haces trekking por la jungla, mucha tirolina y duermes en la casa árbol más grande. Descartamos la ruta clásica ya que incluye menos trekking y tirolina a cambio de más posibilidades de observar al Gibbon, una especie de mono con los brazos largos como uno de los protagonistas de los 4 fantásticos (al que por suerte ya habíamos visto en otra parte de Laos)

 

La experiencia empezó con el diluvio universal. Nos despertamos en nuestra humilde habitación de una guesthouse y vimos que el cielo era de un gris monótono que auguraba lo peor. Llegamos al punto de encuentro y las caras largas de todos los turistas eran evidentes. A pesar de encontrarnos en la estación de lluvia, siempre tienes la esperanza de tener suerte.

 

Nos subimos al coche que nos acercaría al parque nacional y durante la hora de camino conocimos a una de nuestras compañeras originaria de Nepal. Mantuvimos una interesante conversación mientas el agua iba calando en nuestras mochilas y ropa.

 

Como por arte de magia, la lluvia se desvaneció cuando íbamos a empezar la caminata. En un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos rodeados de una jungla densa, repleta de bambús y el olor característico de la montaña húmeda. Una hora y media de subida constante para ganar altura en el parque fue la primera dosis de aventura que experimentamos.

 

Una vez arriba empezó la diversión. Un total de 10 tirolinas nos llevarían a nuestro nido. La longitud de las mismas depende de la distancia entre las montañas pero eran más largas que las habituales ya que oscilaban entre los 200 y los 600 metros.

 

Hasta habituarnos, las sensaciones eran de lo más diversas. En primer lugar te invadían los nervios de lanzarte a lo desconocido. En segundo lugar, la inmensa sensación de libertad primitiva cuando en el medio de la cuerda observabas el espesor del parque nacional con vistas de 360 grados y te sentías insignificante. Después el miedo de caer en medio de la nada, a más de 150 metros de altitud, o que se cayera bien la mochila o la preciada Gopro. Finalmente, la satisfacción de conseguir llegar a destino sin quedarte atrapado en el medio de la cuerda y deber terminar el trayecto con la fuerza de tus propios brazos.

 

Las sensaciones iban moldeándose cuerda tras cuerda pero la sonrisa era imborrable, nos sentíamos vivos.

 

Hacia las cuatro de la tarde, tras visitar el árbol más grande de Laos, de unos 500 años, fuimos a la casa árbol que nos cobijaría esa noche. La choza era humilde, básica pero a la vez perfecta. Disponía de 3 pisos, el primero donde llegaba la tirolina y había el baño con su magnífica ducha con vistas al infinito bosque tropical. El segundo donde cenaríamos y dormiríamos la mayoría y el tercero también para dormir y disponer de más vistas del bosque.

 

Todos los visitantes quedamos anonadados por la inconmensurable selva que había alrededor nuestro. Los animales nos recibieron con sus canciones, zumbidos y gritos. Nos duchamos, nos cambiamos y esperamos la cena sin prisa. Después unas cartas y una cerveza de regalo antes de ir a la cama.

 

A la mañana siguiente nos levantamos con una lluvia constante que no cesó hasta la noche. La vuelta fue más dura pero a la vez divertida. Pudimos tener la sensación de no tener cobijo como los propios animales salvajes. El sistema de tirolinas incrementó la dificultad ya que con la lluvia los frenos disminuían su efectividad. El barro ganó la partida y el camino empezó a ser resbaladizo. Pocos consiguieron no caer al suelo en alguna ocasión. Aún con las dificultades, la experiencia fue de lo más gratificante ya que era real.

 

Cuando al fin vislumbramos el coche que nos devolvería a Huay Xai nos pusimos muy contentos, pero nada más empezar a conducir nos dimos cuenta del esfuerzo realizado para venirnos a buscar en el corazón de Nam Kan. Las ruedas resbalaban en el profundo barro y una vez nos quedamos atrapados con lo que tuvimos que bajarnos y empujar. Era parte de la experiencia, éste es el día a día de la gente que vive en lugares con carreteras sin asfaltar.

 

Sin lugar a dudas, The Gibbon Experience ha sido una de las mejores actividades realizadas durante este viaje y damos fe que la idea del fundador ha sido increíble, todo un ejemplo de turismo sostenible.

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Empieza la caminata en el Parque Nacional Nam Kan

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Yuhuuuuu

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Si no llegabas hasta la siguiente base, haciendo el mono era la manera más optima para acceder rápidamente.

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El árbol más grande de Laos

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Vistas desde la casa árbol

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La mejor ducha del mundo

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Preparados para la cena

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Buenas conversaciones y juegos de cartas por la noche

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Todo el equipo

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Niebla en el bosque a primera hora de la mañana

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Cena de despedida con los compañeros de aventura

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