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4000 islas: Relax en Don Det y Don Khon

Nos alojamos en la tranquila isla de Don Det durante 3 días, dentro del archipiélago conocido como 4.000 islas en el río Mekong, en la parte sur de Laos. Llegamos después de un día duro de autobús desde Siem Reap. Durante el trayecto de por sí largo, tuvimos que afrontar la siempre pesada situación de los retrasos, las medio verdades de los agentes y la corrupción de las fronteras.

 

Ya había oscurecido así que aceptamos la primera oferta hotelera que nos hicieron ya que el precio era irrisorio, aunque el bungalow dejaba un poco que desear. El primer día llovió sin parar así que aprovechamos para descansar y conocer un poco los no más de 20 comercios que había en las dos únicas calles de la isla.

 

Parecía que el tiempo se había parado en esta porción de tierra, pero a nosotros ya nos parecía bien ya que estábamos un poco cansados del ritmo exprimido en los últimos días de viaje.

 

Nuestro gran descubrimiento fue encontrar un restaurante indio ya que fuimos clientes preferenciales todos los días en que nos fue posible. Cansados del constante arroz y noodles, la cocina india nos parece sana y variada.

 

El tercer día fue el de más actividad, aunque esto no requiera sudar ni nada por el estilo. Nos cambiamos a los bungalows con vistas al río ya que descubrimos que valían lo mismo, unos 3,5 euros la noche por los dos. En fin, nos animamos a alquilar un par de bicicletas e ir a recorrer la isla. En menos de dos minutos nos habíamos alejado de las casas y aparecía ante nosotros una isla rural, con conreo y animales de carga. La vegetación ganaba paso, los caminos eran destartalados y llenos de barro, pero nos enamoró. Se olía paz, se escuchaba el frescor de la brisa. Cruzamos a la isla contigua Don Khon a través de un puente y pudimos recorrerla entera. A decir verdad, las islas son bastante pequeñas con lo que con bicicleta se pedalean más que bien. Nos acercamos a las cascadas ya que aparecían como único atractivo turístico de la zona. Eran bonitas pero tampoco sensacionales y el precio un poco abultado pero entendimos que lo increíblemente hermoso era recorrer los caminos, despacio y sin prisa y hacer del trayecto tu único objetivo del día.

 

Llegamos a tiempo para recibir el regalo del sol antes de partir. Cerveza en mano vimos como los últimos rayos del ardiente sol se desvanecía detrás del Mekong.

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