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Perdidos por las montañas de Sapa

Tras un bus nocturno hacia el norte del país bastante ajetreado pero a la vez divertido con el enorme grupo de 10 personas que ahora formaban parte del viaje llegamos a la cima de Vietnam, cerca de China, concretamente en Sapa Town. Nos vino a recoger Chein, nuestra guía local de una etnia minoritaria. Primero desayunamos en el mercado local como si de lugareños se tratara. Los olores eran fuertes y teníamos ciertas dificultades para interectuar con la cocinera, pero finalmente conseguimos llenar nuestras vacías barrigas y subministrar la dosis de cafeína que la mayoría reclamábamos. Tras un buen rato para realizar pequeñas compras empezamos el camino a la primera homestay. El primer tramo de la caminata fue ardua ya que debíamos ganar altura en las montañas para poder apreciar las hermosas vistas de los campos de arrozales. Aunque a más de uno se le salieron los colores, a nadie se le borró la sonrisa.
 

Chein se nos empezó a ganar nuestra simpatía elaborando corazones con ramas que encontraba en el suelo. Ella era un poco reservada, pero nos cautivó con su amabilidad y predisposición constante para que nuestros días en Sapa fueran increíbles.

 

Nuestros amigos conocieron el pegajoso clima Vietnamita bien rápido ya que todos transpiraban más de lo habitual y el ritmo de contaminación de camisetas era elevado. Por suerte cuando llegamos a Tan Van, la pequeña aldea de no más de 20 casas donde pasaríamos la noche nos esperaba una refrescante cascada donde remojarnos hasta la caída del sol.

 

Aún reinaba entre nosotros la felicidad del reencuentro con lo que el ritmo de cervezas fue constante hasta que algunos de los miembros exhaustos por el periplo desde Barcelona cayeron en sus sueños incluso antes de cenar. Los demás degustamos comida tradicional que consistía en arroz, pollo con verduras, espinacas y rollitos. Nadie esperaba lo que iba a suceder a continuación.

 

Nos contaron que era tradición beber “happy water” tras la cena como digestivo. La bebida se tomaba en forma de lingotazos y era un alcohol a base de arroz parecido al sake. Tras innumerables rondas despertamos a base de risas y gritos a los amigos que faltaban para que se unieran a la fiesta. Entre tanto descontrol llegó Mao, la reina de la casa y actuó como la gran anfitriona que es, sirviendo a cualquier vaso vacío que encontraba y haciéndonos reír con sus palabras en español.

Fue una noche épica dónde la felicidad tuvo un papel protagonista.

 

Al día siguiente a diferencia de lo podía parecer, nadie tenía resaca. La bebida que nos habían hecho beber era mágica. Desayunamos unos no tanto tradicionales pancakes con miel y empezamos a andar por los campos de arroz hacía otro pueblo. Nos lo tomamos con más calma que el primer día ya que solo queríamos disfrutar del paisaje. Tuvimos tiempo de fotografiar el paisaje y a sus gentes y enamorarnos de las caras de los niños cuando les regalábamos alguna fotografía hecha con Polaroid. Tuvimos suerte porque los arrozales estaban crecidos y el verde era intenso y el cielo estaba despejado, por lo menos hasta la hora de comer donde rápidamente apareció el monzón para descargar furiosamente una tormenta que algunos catalogaron como la más impresionante de su vida. Gracias a éste suceso, el tramo que nos quedaba por la tarde se hizo de lo más divertido y entretenido ya que el barro apareció por todas partes y el riesgo de caída estaba presente en cada paso lo que provocó carcajadas múltiples.

 

Llegamos a la segunda casa con el suficiente tiempo como para ducharnos, limpiar ropa, cenar y disfrutar de una velada mucha más tranquila pero llena de momentos emotivos.

 

El último día en este entorno tan espacial fuimos a unas cascadas a bañarnos. El paisaje era de ensueño y sumado a la inmejorable compañía fue una experiencia excelente. Tras el baño refrescante volvimos a la casa donde nos esperaba la comida y ya volveríamos para Sapa Town donde a la noche cogeríamos otro autobús camino a Hanoi.

 

No sin antes degustar una auténtica barbacoa Vietnamita donde nos pusimos las botas, para llegar bien cansados y no pasar una noche en vela en el autobús.

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Perdidos en los campos de arroz

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Pequeño descanso después de unas horas de trekking

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En casa de Mao

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Happy water!!

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Nuestra simpática guía Cheing nos enamoró desde el primer momento con su sonrisa y su buen humor, ademas de enseñarnos un sinfin de secretos de sus montañas

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