Rio de Janeiro, no es solo una ciudad para disfrutar como turista sino que sin lugar a dudas es una ciudad para vivir. A pesar de alojarnos por más de 10 días, nos vamos pensando que no hemos conocido sino una pequeña fracción de la misma.

 

Llegamos un par de días antes de Navidad con el objetivo de pasar las fiestas con la familia de nuestro amigo Paulo. Nos alojamos en Niterói, ciudad vecina al frente de RJ con la que se une mediante un impresionante puente construido hace 40 años y por un más que eficiente servicio de ferry. En Niterói, pudimos disfrutar de su paseo marítimo contemplando la multitud de deportes que allí se practican mientras nos deleitamos con un refrescante coco. El culto al cuerpo es una característica bien arraigada en todo el país.

 

En Brasil, la Navidad se celebra en la Nochebuena. Hasta las 12 en punto no se empieza a cenar, esperando al día en que nació Jesús. Tuvimos la suerte de poder pasar ese día tan especial en familia, no la nuestra, pero junto a 40 personas que nos hicieron sentir como en casa. El banquete no tenía desperdicio; pavo, pollo, arroz, bolinhos (parecido a las croquetas),bacalao, farofa (un tipo de harina cocinada que se usa para acompañar muchos platos),ensaladas y un sinfín de innombrables platillos para contentar todos los paladares. Tras una larga oración donde dimos gracias por la familia, el amor, la salud, el mundo y Dios, empezó la profesión de abrazos entre todos los asistentes. La verdad, estábamos estupefactos observando con atención el cauce de eventos que casi nos olvidamos de comer. Fue encantador que nos acogieran con tanta amabilidad en un día tan nostálgico como éste.

 

Tras esta experiencia tan intensa y bonita nos decidimos a explorar la ciudad de Rio sin prisas pero intentando abarcar la mayoría de su encanto. Un día lo dedicamos a recorrer el parque Lage y el jardín botánico. El parque Lage es un parque de dimensiones espectaculares es un sitio para perderse con la pareja/familia y recorrer sus tranquilos caminos o realizar un delicioso picnic. El parque botánico alberga 55 hectáreas de terreno donde se ubican plantas y árboles de todo el mundo. Parece increíble que tanta especies pueden coexistir en un mismo clima, pero lo hacen y de qué manera! La belleza del lugar es superlativa.

 

Por fin llegó la visita a uno de los obligados, el Pao de Azucar. Una montaña que se levanta en la península de Urca y donde se puede contemplar la ciudad de Rio desde delante, entre Botafogo y Leme. La imagen de la ciudad se alza espléndida y solo se puede imaginar lo que debieron pensar los primeros descubridores cuando llegaron por el Atlántico. Tras la visita fuimos a comer marisco en el barrio de Urca, donde vimos a muchos lugareños compartiendo el plan con nosotros.

 

El Cristo Redentor en el cerro del Corcovado, compite por ser el emblema de la ciudad. Desde el medio a una altura de 710 metros se alza esa figura maciza de 30 metros de alto que abraza la ciudad y la protege de todos sus males. La foto es casi imposible, pues la multitud de personas que diariamente intentan hacer el peregrinaje es de órdago.

 

La mítica playa de Copacabana se extiende desde Leme hasta Ipanema donde empieza la segunda playa más popular de la ciudad, el atardecer es sin lugar a dudas uno de los más espectaculares.

 

Otro día lo reservamos para la visita a la favela de Santa Marta, donde Michael Jackson grabó una de sus videoclips, antes de que fuera pacificada. El proceso de pacificación lo empezó el gobierno brasileño como un intento de integrar las favelas que se alzan desorganizadas en todos los cerros de la ciudad en el conjunto de ésta y así expulsar a los narcos de las zonas más próximas al centro. Ahora la mayoría de favelas no son peligrosas y simplemente son barrios humildes. En dicha favela, una pareja de holandeses empezó un proyecto para pintar la favela de colores llamativos y así hacer que los habitantes se sintieran más parte de esta sociedad. El resultado, es una combinación de colores dignas de un cuadro. Durante el mismo día fuimos al lago Rodrigo de Freitas, donde hay ubicado el árbol de Navidad más grande del mundo y que se ilumina durante la noche, haciendo una estampa para recordar.

 

Tuvimos la magnífica idea de encuadrar nuestra visita a Rio con el fin de año y por supuesto la elección era clara: COPACABANA. En dicha fecha, el gobierno coloca 10 cruceros delante de la playa cargados de fuegos artificiales para dar la bienvenida al nuevo año. Es tanta la gente que se reúne en la playa, cerca de 2 millones de personas, que emiten tickets especiales de metro válidos solo para una hora en concreto. Nosotros fuimos a eso de las 9, tras haber cenado tan ricamente en casa y nos sentamos en primera línea de mar con nuestro pareo y un par de Caipirinhas. Cuando llegó el momento fue muy emotivo, durante casi 15 minutos no pararon de estallar los cohetes de mil colores y formas iluminando toda la playa. Estábamos dando la bienvenida al mejor año de nuestras vidas, aunque ya lo habíamos empezado a saborear desde hacía 3 meses.

 

Otra de las insignias destacadas de la ciudad es la escalera de Selaron, ubicada cerca del barrio de Santa Teresa. Se hizo conocida internacionalmente por la llamativa decoración que le hizo el artista chileno Jorge Selarón, trabajo que inició en 1990 y que continúa en una renovación constante.

Considerada por su autor como una obra "viva y mutante", la escalera tiene 125 metros y 215 peldaños, y está completamente revestida de piezas de cerámica de distintos colores, tamaños y formas. Algunas de ellas contienen dibujos en su interior, desde personajes famosos, escudos de clubes de futbol o paisajes de poblaciones de todo el mundo. A pesar de que el autor ya no se encuentra entre nosotros, su fundación sigue recibiendo azulejos día tras día.

El barrio de Santa Teresa por su parte, es el barrio bohemio de Rio conocido como el Montmartre carioca, se distingue por su perfil colonial, casi sin que la modernidad haya influido en su estética. En él viven a día de hoy muchos artistas en contraposición a los asientos informales de los morros que circundan la zona. El barrio tiene como ícono distintivo el bondinho, el último tren eléctrico que circula en todo Brasil, que cruza los arcos de Lapa. Su vida social y atracción turística se concentra en el Largo dos Guimarães. En esta hermosa calle se pueden encontrar desde talleres artísticos, tiendas de souvenirs hasta toda clase de bares y restaurantes. Para nosotros, el Bar do Mineiro, decorado al estilo más histórico, es el mejor sitio donde comer una buena y económica feijoada o beber unas cañas.

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Lapa es fiesta, es noche, es diversión. Durante los últimos años, esta parte del barrio histórico que muchos consideran un barrio en sí mismo ha resurgido como el centro de entretenimiento carioca. Allí se pueden encontrar locales de toda clase donde bailar, samba, capoeira o forró. Nosotros acompañados de nuestro anfitrión observamos como unos grandes bailarines, entre ellos André, meneaban las caderas a ritmo de forró. Por nuestra parte, aún falta mucha práctica para no pisarle los pies a nuestra respectiva pareja.

Antes de seguir nuestro viaje tuvimos tiempo de visitar el centro histórico de Rio, donde existen edificios interesantes como el de la biblioteca Nacional, el teatro municipal o la catedral metropolitana que parece una construcción futurista nada parecida a las iglesias o catedrales tradicionales. También aprovechamos para asistir a un canto de samba popular en Piedra do Sal, a base de cerveza o cualquier otra bebida etílica se disfruta de este espectáculo.

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Aún y ser el sitio al que más tiempo habremos dedicado en todo el viaje, nos fuimos con la sensación de querer quedarnos allí eternamente.