Ubicado entre una laguna y el oceano atlántico, a 300km de Montevideo se encuentra este pequeño pueblo donde la buena onda se respira en cada esquina. Pasamos allí 3 días en un hostel repleto de jóvenes en busca de diversión o “joda” (como llaman aquí a la fiesta), el buen ambiente estaba asegurado a pesar de que nosotros ibamos más con la idea de disfrutar de la playa y relajarnos.
El pequeño pueblo de pescadores tiene mucho encanto, no solo por las magnificas aguas que bañan la costa uruguayana sino por la artesanía de los pescadores de la zona. Nos encantan estos pueblos que parece que todo vaya a otro ritmo.
La verdad es que pasábamos los días decidiendo en qué hamaca debíamos acostarnos para descansar del desayuno, de la comida o de la cena. Los días en que solo importaba tostarnos al sol con la persona que más queremos o beber una copa de vino esperando el tan anhelado atardecer. ¿Cuantos habremos visto ya? No importa, cada uno es diferente e irrepetible. Este por ejemplo huele a brisa de Uruguay y suena a paz.
Entre otras anécdotas, nos cruzamos con un antiguo conocido, Cristóbal al que conocimos en Parary (Brasil) en el primer hostel donde nos hospedamos.