Pasamos cuatro días en la isla vietnamita, lo que a nuestra manera de ver fue más que suficiente. El hotel donde residíamos era más que correcto, con su piscina, sus bungalows y un personal de lo más atento.

 

La isla por el contrario estaba explotada sin ton ni son, no había ningún tipo de control a la hora de construir o de reciclar y esto al fin les acabará pasando factura. A sido una pena ver como la costa de arena fina se empaña de toda clase de plásticos y envases.

 

La mejor playa de la isla fue Sao Beach donde se ubican varios restaurantes, altas palmeras, puedes alquilar motos de agua, jugar a volley o hacer lo que mejor se nos da, tomar el sol.

 

Otra actividad de lo más interesante es ir a cenar al mercado nocturno donde se puede encontrar marisco a precio de saldo. Nosotros no perdimos la oportunidad y nos dimos un festín digno de emperadores.

 

Otro día fuimos a recorrer la parte norte de la isla, en búsqueda de playas más solitarias e inaccesibles, pero nos salió el tiro por la culata ya que para llegar a la playa tuvimos que atravesar caminos llenos de barro con las motos que aunque fue divertido fue lento y molesto. Como resultado llegamos a una playa donde ni siquiera nos podíamos bañar ya que la profundidad era irrisoria.

 

También aprovechamos para visitar las cascadas y esto sí fue una actividad de lo más entretenida. Aconsejamos que nadie se deje intimidar por las primeras impresiones de la caminata donde se ven grupos de locales bañándose en el rio y ensuciando al máximo la zona. El punto de las fotos es arriba del todo, donde nace la cascada. Allí hay caudal suficiente para disfrutar el salto de agua como es debido.

 

Phu Quoc sacia la sed de playa de los turistas a Vietnam pero en ningún caso se asemeja a las bonitas playas de las vecinas Tailandia o Filipinas.