Al principio quedamos un poco desencantados con Mui Ne ya que se trata de una sola calle con muchos restaurantes pero al no ser época para practicar kitesurf, su principal atractivo, no había demasiada gente.

 

Cabe sumar que el tiempo seguía sin acompañar demasiado con lo que el destino de playa resultó un poco chasco.

 

Sin tener mucho margen de maniobra contratamos un tour para el día siguiente donde nos llevarían a lo más destacado del sitio y después seguiríamos nuestra ruta.

 

El tour resultó ser de lo más entretenido. Primero fuimos a las dunas blancas donde mucha gente contrataba quads para divertirse conduciéndolos como energúmenos o simplemente que les llevaran por el arenoso terreno. Teóricamente íbamos a ver el amanecer allí e intentar conseguir una hermosa instantánea, pero el cielo no lo permitió. En cualquier caso, el sitio era muy bonito y recordaba con bastante exactitud las dunas del desierto.

 

Después nos movimos a las dunas rojas donde la gente intentaba sin mucho éxito surfearlas como si fuera sand board pero con unas plásticos bastante precarios. Desgraciadamente tuvimos que contemplar como esparcen bolsas de plástico y otros desechables por toda la zona, disminuyendo a diario el valor de la mismas.

 

La tercera parada fue la mejor desde nuestra humilde experiencia. Visitamos un mercado de pescadores y pudimos inmiscuirnos en la enloquecedora rutina diaria de estas personas. La gente gritaba sin parar, repartían y pesaban el pescado. Los pescadores llegaban con una barcas que parecían de juguete pero que flotaban lo suficiente. Los compradores se llevaban el pescado en sus motocicletas y todo transcurría a un ritmo frenético.

 

Por último, pudimos pasear por un pequeño cañón donde se podían ver unas formaciones rocosas bien curiosas de colores interesantes.

 

La también fugaz visita a Mui Ne pasó sin pena ni gloria.