Primera experiencia haciendo autostop: De Salta a Corrientes
Todo empezó en el hostel de Salta. ¿Dónde queremos ir? Claro está que el objetivo es Iguazú, pero ¿qué hay que ver en la ruta?, esa era la pregunta. Tras varias horas de búsqueda frenética por internet y de largas charlas con gente de aquí y de allá, decidimos que debíamos ir directo hasta Corrientes a unos 1.000 km de distancia y recorrer más tranquilamente la provincia de Misiones.
El precio del pasaje era desorbitado, y para nada encajaba con nuestro presupuesto, así que empezamos a indagar otras opciones. Entre ellas empezó a germinar la idea de hacer autostop, o dedo como le dicen en Argentina. Sin lugar a dudas era la opción más económica, pero tenía muchos peros.
En primer lugar, nosotros nunca hemos hecho dedo. ¿Funcionará? ¿Será seguro? Muchas eran las preguntas que nos cruzaban la cabeza y más bien pocas las respuestas que conseguíamos de otros viajeros e Internet.
Tras la lectura de infinidad de blogs nos mentalizamos de que haríamos dedo, que tendríamos suerte y que lo conseguiríamos. Como habíamos leído que era difícil salir de las ciudades, nos compramos el billete en un pequeño pueblo a las afueras de Salta cuyo nombre es General Güemes. Llegamos a eso de las 10 de la mañana y el sol era abrasador, pero nuestras ganas eran más poderosas. Nos pusimos a andar en búsqueda del lugar ideal para exponernos a los coches. Debía ser a la salida, para evitar el tráfico que se queda en la misma ciudad, a poder ser en una gasolinera ya que te da opción a hablar con la gente y ya han parado previamente a cargar combustible. Así que después de media hora larga andando con nuestras mochilas en las espaldas, encontramos el sitio. Nuestras sonrisas vergonzosas no ayudan a crear el clima de confianza necesario, pero empezamos a animarnos y a preguntar directamente a la gente hasta que los empleados de la gasolinera nos pidieron por favor que nos fuéramos. Vaya, nos pusimos a la salida, donde también estábamos a la vista de los coches que pasaban por la carretera. Pasó más de una hora, y no había suerte y el calor era insoportable. Los ánimos empezaban a decaer. ¿Nos habremos equivocado? ¿Qué estamos haciendo mal? En todo esto escuchamos el claxon a lo lejos. Había un coche parado a unos 30 metros haciéndonos señas para que nos acercásemos. ¿Cómo podíamos ni siquiera haber visto que había parado? Llegamos a su lado estupefactos y nos dijo que nos podía llevar hasta Metán. Aceptamos y nos subimos. Estábamos nerviosos pero a la vez contentos. Nos daba todo igual, podía ser un psicópata, pero no teníamos elección. Según los blogs de autostop, se debía dar conversación para crear un buen ambiente. Así que Albert le soltó lo primero que se le pasó por la cabeza. Es nuestra primera vez! Sin dejar de mirar a la carretera nos respondió y la mía también. ¿Cómo? Pues ya tenemos una cosa en común. Era padre de familia numerosa, 7 hijos y vivían al Sur del país. Tenía un largo viaje por delante y le pareció buena idea ayudarnos y de paso entretenerse un rato. Llegamos a Metán a eso del mediodía y el conductor nos invitó a comer un buen bife. Nosotros no queríamos aceptarlo pero él insistió que éramos sus invitados y que la carretera era muy dura para estar con el estomago vacío. No sabemos si fue por el hambre, pero era la mejor carne que habíamos probado nunca. Ya sabíamos sobre la carne Argentina, sin embargo nuestras glándulas salivales empezaron a trabajar como hacía tiempo que no hacían.
Perfecto, ya estamos en Metán y ¿ahora qué? Según el mapa de carreteras que tenemos debemos ir hacia la ruta nacional 16, que está a solo 10 km de aquí y esa carretera todo recto nos llevará a nuestro destino, Corrientes. Tardamos un buen rato en conseguir que alguien nos acercara, ya que sin mucho saber hacer, en nuestro preciado cartel indicábamos Corrientes, ciudad situada a 900 km. Al final asaltamos a un coche en la gasolinera, y le preguntamos directamente si nos acercaba y sin ningún problema. Esta vez era una camioneta de reparto. Una vez en el cruce y tras 2 levantadas (En Argentina levantar es cuando alguien acepta llevarte en su coche) nos sentíamos invencibles. A pesar de encontrarnos en el medio de la nada literalmente, en el cruce de dos carreteras confiábamos en nuestro ángel de la guarda. Ni cinco minutos y paró un coche bonito, obviamente nos quería acercar al siguiente punto, una gasolinera a 25 km, estaríamos mejor allí; estábamos en racha. Al llegar pensábamos que no había mejor lugar que ese. En la ruta, gasolinera y muy transitado. Cumplía todos los requisitos.
La suerte nos giró la espalda. Las horas empezaron a avanzar y nadie nos recogía. El sol se fue entre las montañas y aparecieron los mosquitos quienes se dieron un festín a nuestra costa. Pero los problemas no habían hecho más que empezar. Nos comunicaron que la tienda cerraba a las 12 de la noche, con lo que no tendríamos cobijo de no encontrar a nadie que nos llevara y obviamente la idea de hacer autostop no era pasar la noche en el raso en una gasolinera. El idílico sitio pasó a ser tenebroso. Había un punto de miedo en nuestra cara y no quedaba nada de la alegría anteriormente sentida. No había más remedio que hablar con todo el mundo para encontrar una salida ya que el pueblo más cercano se situaba a 7 km pero no había alojamiento alguno. Tras horas de búsqueda por el parking de camiones, Mireia consiguió que Daniel aceptara acercarnos, eso sí teníamos que esperar que se duchara, cenara y alguna otra cosa. Con esto, empezó a diluviar; parecía que se caía el cielo en nuestras narices.
Daniel cumplió con su palabra a pesar de las condiciones climatológicas y le estaremos eternamente agradecidos por sacarnos de ese sitio,pero la verdad éramos los únicos insensatos que conducíamos por esa carretera mal asfaltada de noche y con poca visibilidad. Nunca nos habíamos subido a un camión antes, era parte de la aventura. Daniel nos contó que era el jefe de 4 camiones que los controlaba por GPS, quien era su familia, su viaje a Italia y nosotros le contamos nuestra vida también, así que nos hicimos amigos.
Llego el pueblo anterior a su desvío, lugar donde habíamos acordado que nos dejaría. Todavía llovía mucho y decidimos preguntar a un chaval de la calle, donde podíamos encontrar alojamiento previo a abandonar la comodidad del camión. Sorprendentemente, el chico negó con la cabeza y nos indicó que para dormir debíamos ir hasta el siguiente pueblo a 15 km, J.V. González. Nos miramos pensando lo mismo, no se lo podemos pedir pero por favor que no nos deje aquí..Daniel suspiro y continuó conduciendo hasta el nuevo destino. Por suerte, él era el jefe y pudo hacerlo, no queremos pensar que hubiera sido de nosotros si no fuera por ese pequeño detalle (ya que los camioneros al estar controlados por GPS tienen completamente prohibido desviarse de su ruta)
Por fin llegamos a nuestro destino, es más de medianoche y entramos en la primera posada que encontramos. Pedimos para alojarnos pero sin muchas explicaciones denegaron. Había 4 personas en el restaurante y nos parecía extraño que no quisieran un par de clientes más. No íbamos con nuestras mejores galas, pero no era para tanto. Mientras tanto una de las parejas del restaurante no nos quitaba el ojo de encima. Finalmente nos invitaron a sentarnos con ellos. Nuestra primera reacción fue denegar su invitación, ya que no queríamos molestarles pero tras su insistencia aceptamos a la espera de que la lluvia disminuyera para buscar otro alojamiento.
Estaban encantados de tenernos allí y no cesaron de preguntarnos por nuestra aventura. Compartimos su Moet Chandon y nos empezamos a conocer mejor. Mario y Jessica eran una pareja súper enamorada a pesar de su diferencia de edad de más de 25 años. El amor no tiene fronteras. Entre risas nos cambiamos de local en búsqueda de más trago y un poco de comida. Nos lo estábamos pasando en grande y ya no recordábamos el mal rato que pasamos en la gasolinera hacia apenas 5 horas. Hasta que a las 4 de la mañana caímos en que no habíamos buscado alojamiento y que se había hecho tardísimo. Para entonces intentamos despedirnos de los recién conocidos pero Mario nos lanzó una mirada triunfal y nos dijo que estaba todo arreglado, nos quedaríamos en su hotel un par de noches gratuitamente y durante el día de mañana iríamos a comer y a cenar con ellos y nos enseñarían su pueblo. Nos quedamos boquiabiertos y con alguna que otra duda nos subimos en su coche.
Ya en la habitación, nos planteamos el motivo por el cual hacían lo que hacían, es decir, ¿Por qué nos ayudaba esa gente? A día de hoy creemos que no había motivo y eso es el mayor aprendizaje que debemos hacer. Nos han educado en una sociedad capitalista donde todo tiene un precio. Todo es intercambiable y a veces descuidamos la ausencia de la sociedad, la fraternidad que existe entre las personas.
El día siguiente fue increíble, nos pasaron a buscar tarde ya que con tanto champán necesitábamos dormir y recuperar energías. Fuimos a comer y qué manera de comer. Por la tarde nos llevaron a las afueras a ver la finca de Mario y donde por la noche se suponía que haríamos un asado. El paisaje era idílico, totalmente bucólico. Como se puso a llover cambiamos de plan y fuimos a comer un asado, mira tú por donde en el mismo restaurante que nos conocimos el día anterior. La carne se derretía en nuestro paladar, si una cosa hacen muy bien los argentinos son estos festines de vacuno. El vino tampoco faltó y la velada junto a nuestros nuevos amigos fue de lo más agradable.
Al día siguiente, reprendimos nuestra marcha. Tras 4 horas habíamos avanzado unos 150 km en 4 vehículos distintos. El objetivo eran casi 800, así que íbamos a mal ritmo. Claro está, que las condiciones no eran las idóneas. Era domingo, de un fin de semana feriado por una carretera en obras. Nuestra desinformación jugó un papel clave. Unos jóvenes estudiantes nos levantaron hasta su pequeño pueblo y como dudaban de nuestra suerte nos indicaron su casa por si teníamos hambre y nos dieron agua fresca para aguantar el calor insoportable. Por esa carretera pasaban más cabras que coches pero al cabo de una hora paró una furgoneta. Anda pibes subid, que si nos os llevo yo no lo hará nadie. Así lo hicimos, nos acercó unos 450 km a nuestro destino a todo gas y nos salvó el día. A medida que iban avanzando los km veíamos que esa carretera era muy desolada y que solo había campos de cultivo. Otro coche nos acercó a la siguiente gran ciudad y como ya eran las 6 de la tarde nos planteamos si ya era hora de terminar por hoy y buscar un alojamiento y dejar los 250 km que nos quedaban. Decidimos aguantar en el puesto una hora más y cuando nuestras energías ya flaqueaban, un coche a toda pastilla, frenó en nuestras narices. “Me recordaron a mí de joven” decía. "Yo me hice toda Argentina a dedo". La calle curte y aprendí muchísimo. A día de hoy era un hombre de negocios que importaba toda clase de cosas. La conversación durante las dos horas que duró el viaje fue muy enriquecedora. Paramos en Corrientes nuestro destino y nos invitó a cenar unas pizzas en la costanera. Quería que nos fuéramos con él a Paraguay, a su casa, que solo suponía cruzar un puente, pero declinamos ya que no parecía lo más sensato cruzar fronteras en coche sin ningún tipo de control.
En cualquier caso, muchísimas gracias a cada uno de vosotros que hicisteis realidad nuestra aventura, que nos cuidasteis y que nos enseñasteis como era la Argentina de verdad. Os llevamos a todos en nuestro corazón.
Empieza la Aventura | La noche que conocimos a Mario y Jessi | |
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Al día siguiente cenando un buen asado con otras dos amigas de la pareja | Las piernas de Albert después que los mosquitos se lo comieran en una gasolineras esperando a que nos levantaran | Albert en la parte trasera de una camioneta en la que recorrimos unos 400km |